Clío en el espejo

¡Hola, bienvenido!. Cada uno de nosotros construye y, a la vez, es construido por su historia en el espejo. Y la historia siempre llega a ser diáfana. Cada historia cuenta. Muchas gracias por la visita. ¡Éxitos y bendiciones!

Proyecto MMM


“Lo único que nos separa de la muerte es el tiempo”. Ernest Hemingway (1899-1961). Escritor y periodista estadounidense.

Proyecto MMM
Ignacio era infeliz. Su vida había transcurrido en contemplar la miseria del mundo, en la soledad y en la insoportable certeza de que no le hallaría razón a estar en el mundo. Así que había decidido morir.
Fue una soleada tarde a principios de abril cuando tomó la aciaga decisión. Y se abocó a la tarea de encontrar la forma más astuta de quitarse la vida “accidentalmente”.
“¡No quiero que mis seres queridos se sientan mal porque me quite la vida!” – pensaba. Ignacio quería suicidarse pero que su muerte no fuese considerada tal. No quería incomodar a su familia y amigos con semejante situación.
Se hizo asiduo televidente del programa “Mil maneras de morir” y suspiraba por la suerte que tenían todos los personajes que eran retratados en el programa.  
Cada vez que veía el programa Ignacio pensaba: “Si tan sólo me ocurriera una de ellas”…. “Sólo una manera necesito”… “¡Sólo una!”… Ponía mucha atención a esas maneras de morir para encontrar una que él pudiese emular.
El infeliz suicida había llamado a su tarea de morir proyecto MMM, como acrónimo para “Mi manera de morir”.  Pese a todo, Ignacio se desempeñaba en su vida laboral como un “exitoso” gestor de proyectos y ahora aplicaba el conocimiento adquirido para proveerse un servicio a sí mismo, cubrir su necesidad de morir.
Su proyecto era bastante ambicioso. El objetivo claro: morir. El cronograma aspiraba al logro del objetivo planteado en el más corto plazo posible. Básicamente el objetivo debía lograrse en una sola actividad y con un solo recurso humano, él mismo.  Los recursos materiales debían ser lo más  específicos y silenciosos posibles que permitieran llevar la tarea a cabo sin dejar ningún tipo de sospechas suicidas. El proyecto debía ser sin ensayo ni pruebas y sin ningún monitoreo y control.
Una labor solitaria proyectó Ignacio, pero no daba con el método que le permitiera efectuarla, por lo que su cronograma se alargaba a diario…
A diario también pensaba Ignacio en todas esas miles de personas que morían a cada segundo alrededor del mundo, muchas de ellas tan deseosas de vivir y a las que la muerte pescaba desprevenidos. Y en cambio él…él aún vivía y deseaba tanto morir.
En el ínterin del desarrollo de su proyecto Ignacio hizo una nueva amiga, Eva. Era una nueva compañera de trabajo. Una pasante muy alegre y carismática que de vez en cuando lograba sacarle una sonrisa a Ignacio y desviarlo de su principal proyecto.
Con el pasar de los días se hicieron mejores amigos e Ignacio casi estuvo a punto de contarle de su proyecto e incluirla como ayudante, pues el proyecto seguía en pie. Pero finalmente desistió de incluirla para no complicar su plan.
El cariño mutuo entre Eva e Ignacio no hacía más que crecer. Pero a principios de noviembre Eva terminó sus pasantías y abandonó la empresa para volver a su ciudad originaria que quedaba a cuatro horas de la capital. Ignacio entristeció pues no pudo despedirse de su amiga ya que él estaba fuera de la oficina ese día por actividades laborales.
Así que decidió ir a visitar a Eva en su ciudad para compartir una última velada con ella. No le escribió para así sorprenderla con su llegada.
Decidió viajar al anochecer. Partió el viernes ya avanzada la noche. Pero Ignacio nunca llegó a encontrarse con Eva. Su automóvil volcó en una curva peligrosa en la carretera. Su proyecto culminó.
Quizás fue la muerte que finalmente tomó por sorpresa a Ignacio ese día. ¡Quizás!.


NOTA:
Este relato participa en el Concurso "Mil Maneras de Morir" del blog El círculo de escritores. Anímate a participar, tienes hasta el 15 de octubre de 2016.

Créditos:
photo credit: peacenik1 Turning Left via photopin (license)

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