Clío en el espejo

¡Hola, bienvenido!. Cada uno de nosotros construye y, a la vez, es construido por su historia en el espejo. Y la historia siempre llega a ser diáfana. Cada historia cuenta. Muchas gracias por la visita. ¡Éxitos y bendiciones!

Devi cancellare


"La libertad no consiste en hacer lo que se quiere, sino en hacer lo que se debe." Ramón de Campoamor (1817-1901) Poeta español.


Una vez tuve la oportunidad por trabajo de viajar a Europa, a Suecia, a una ciudad portuaria llamada Göteborg, un lugar que jamás pensé visitar, en realidad previamente ni siquiera sabía que existía esa ciudad; pero así es la vida, siempre sorprende, no siempre se va donde nos lleva el corazón, sino donde la vida nos lleve.

Estar en Göteborg fue mágico, una ciudad realmente hermosa. Pero en este post no voy a hablar específicamente de esta ciudad, sino de una anécdota que viví en la ciudad de Milán o Milano en Italia, pues aprovechando el viaje a Suecia decidí tomarme unos días de vacaciones y conocer Europa, sobretodo Italia que desde siempre fue mi país favorito a conocer. Aprendí incluso italiano con el deseo de poder algún día ir a Italia. Hoy debo admitir que París desplazó a cualquier ciudad como mi predilecta, incluso por sobre las ciudades de México.  A pesar de las Catacumbas, la verdad que cuando estuve en París no sentí más que un incomparable sosiego.

En Milán se encuentra la Iglesia de Santa María delle Grazie (arriba en la foto), y contiguo a ella un convento dominico en cuyo refectorio o comedor de los monjes se encuentra la famosa obra del genio por excelencia Leonardo Da Vinci (1452-1519), La Última Cena, que milagrosamente se salvó de los bombardeos aliados durante la Segunda Guerra Mundial realizados el 15 de agosto de 1943.

            La Última Cena es un mural que Leonardo realizó en el muro del refectorio para que diese el efecto de la compañía de Jesús y los apóstoles a los monjes en su comedor. Cuando se va a visitar la obra en el refectorio, se explica que la misma debe ser resguardada del paso del tiempo y de los efectos de la humedad y los químicos en ella, por lo que se indica que está prohibido tomar alguna foto o video en el lugar sea con o sin flash, y debe entrar un grupo reducido de personas que si mal no recuerdo era de 15 o menos.

Así pues, estrictamente se indicaron las reglas para la visita en aras de resguardar la maravillosa obra. No obstante, al entrar la mayoría de las personas comenzaron a tomar fotografías y a una de las jóvenes que tomó fotografías le sonó el flash de la cámara y una de las monjas que guiaba la visita se dio cuenta y le insistió “Devi cancellare”, que traducido a español significa "debes borrarla", pero la joven la ignoró por completo. La monja insistió por un rato visiblemente molesta, hasta que desistió. Quizá pensó, ya el daño a la obra fue hecho, y ya daba igual si la joven se llevaba o no la evidencia de su mal proceder.

Debo decir que lo mismo sucedió en la Capilla Sixtina en el Vaticano, donde el lema era “No picture, no picture”, pero la mayoría de los turistas indiferentes a la solicitud disparaban sus cámaras sin ningún tipo de restricción.

Es una simple solicitud para la preservación de las obras, se explican las razones, se dice que está prohibido, pero las personas como si nada, se siente libres de tomar las fotos y realizar los videos porque ellos quieren llevar su evidencia personal y no una postal comprada a la salida. Pero no analizan las razones, no  respetan las reglas, sólo se enfocan en lo que quieren.

Aunque lo que refiero puede parecer una cosa mínima y poco significativa -que personalmente no considero sea poco significativa la preservación del arte- deja claro la validez de la frase de Thomas Jefferson (1743-1826): “El precio de la libertad es la eterna vigilancia”. Tenemos que vigilar también como administramos y utilizamos nuestra propia libertad.

"Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica. Ninguno busque su propio bien, sino el del otro." (1 Corintos 10:23-24)
 

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