"Amé la justicia y odié la iniquidad, por eso muero en el destierro." Gregorio VII (aprox. 1020 - 1085). Papa 157 de la Iglesia Católica.
A)
Información
Naturaleza del Texto
El Dictatus papae
constituye un documento informativo de las ideas religiosas de la época de las
postrimerías del siglo XI (1075),
escrito por el Papa Gregorio VII, que contiene 27 proposiciones, que
especifican y dejan en claro los derechos, según Gregorio VII, atribuibles al
Papa en su condición de sucesor de San Pedro en la dirección de la Iglesia
Católica, ya que los mecanismos para lograr la victoria de la voluntad de Dios
en la tierra de acuerdo a Gregorio VII “eran la obediencia a las leyes de la
Iglesia y al Papa, sobre quien, como sucesor de San Pedro, debía recaer la
terrible responsabilidad de juzgar de lo bueno y de lo malo, lo justo y lo
injusto”[2] y por
ello la importancia de documentarlas para precisar las características de esas
leyes y preceptos, en el caso del Dictatus Papae, en referencia al Papa
y por ser éste parte de la Iglesia, formaban también esos preceptos parte de
las leyes de la Iglesia, por lo que constituye una fuente de primera mano
referente a la época en que se redactó.
Extracción del Texto
El texto es atribuido a una
autoridad religiosa, específicamente al Papa Gregorio VII, representante máximo
o Sumo Pontífice de la Iglesia Católica para la época en que se escribió dicho
documento y tiene alcance a nivel de la mayor parte de Europa que era de religión
Católica.
Ámbito Histórico
El documento
fue escrito en el año 1075 en un ambiente en el cual el feudalismo estaba
causando estragos en el estamento clerical de la Iglesia Católica que
constituía la religión preponderante entre los europeos, y se estaba amenazando
el carácter espiritual de la misma con el problema de la investidura laica[3], pues los monarcas querían tener control sobre
las posesiones de la Iglesia colocando como obispos de las iglesias de las
ciudades vasallos que estuvieran bajo su total control. La potestad del
nombramiento de los obispos por parte de los emperadores del Sacro Imperio
Romano Germánico data de la época de Otón I en el año 962. Es en ese momento de
crisis donde entra en escena Gregorio VII con sus preceptos plasmados en el
Dictatus Papae. Ya los predecesores de Gregorio en el papado, León IX y Nicolás
II habían caído en cuenta de las consecuencias nefastas que la investidura
laica estaba acarreando en la Iglesia e hicieron sus aportes en la búsqueda de
terminar con esos males, aquél a través de varios sínodos y éste con el sínodo
de Letrán, donde hacen ajustes de cuentas en lo referente a la simonía[4],
el nicolaismo[5] y la
investidura laica
Autor
El autor del documento fue el
Papa Gregorio VII (Soana, aprox.1020 – Salerno, 25 de mayo de 1085). Aunque algunos estudiosos han planteado la posibilidad de que el autor fuese otro, se
concluye que el documento fue escrito por Gregorio VII ya que P.W. Peitz “...
demostró que no era obra del cardenal Deusdédit o de algún otro personaje
coetáneo, sino del mismo Gregorio VII...”[6].
Gregorio VII
fue el nombre escogido como Papa por Hildebrando Aldobrandeschi natural de
Soana, en la región de Toscana, que
nació cerca del año 1020 y que fue monje posiblemente del monasterio de Cluny[7],
y aunque no está establecida con exactitud la formación de Hildebrando en el
monasterio de Cluny, sus cualidades espirituales son características del
espíritu monacal de Cluny, estando la vida del futuro Papa Gregorio VII,
enfocada al trabajo por la Iglesia, en distintos cargos durante los
pontificados de sus tres predecesores en el solio pontificio, a saber León IX,
Nicolás II y Alejandro II. De hecho, León IX y Nicolás II pusieron los
fundamentos de la que es conocida en la historiografía como reforma
gregoriana, nombre asignado por lo crucial de la participación de Gregorio
VII en la misma, y que se extendió a lo largo de los siglos XI y XII, hasta su
concertación en el pontificado de Inocencio III hacia finales del siglo XII y
principios del siglo XIII.
Gregorio VII también se
había sensibilizado respecto a las taras en la Iglesia de la simonía y el
nicolaismo consecuencias mayormente de la investidura laica, y acongojado por dicha situación, como se
desprende de comentarios en sus cartas, como el siguiente a san Hugo, abad de
Cluny en el mismo año en el que publica el Dictatus Papae, esto es, en el 1075:
“Me rodean un inmenso dolor y una
tristeza universal porque la Iglesia oriental se aparta de la fe; y si miro
hacia occidente, al mediodía o al septentrión, casi no encuentro obispos
legítimos por la elección o por la vida, que gobiernen el pueblo cristiano por
amor a Cristo. Lo hacen por ambición mundana”[8].
Y
con el fervor del Ora et Labora de San Benito[9],
Gregorio VII no será de los que se quedan cruzados de brazos, sino que, una vez
investido con el honor del Papado y previamente en sus responsabilidades
sacerdotales en sujeción a sus predecesores, se dedica a la búsqueda de
soluciones a estos problemas. Y entre
los muchos decretos, escritos y acciones que lleva a cabo el Papa Gregorio VII,
se inscribe el Dictatus Papae como un paradigma claro de su acción pastoril,
siendo Gregorio VII causa de descontento para los jerarcas laicos como los
emperadores y reyes europeos, por su marcada inclinación hacia la búsqueda de
la supremacía del Papa con respecto a los emperadores y reyes, como se
desprende en el Dictatus Papae del precepto 12, esto es, “Que a él es lícito deponer
emperadores” y del precepto 27, a saber, “Que (el Papa) puede del juramento
de fidelidad a los inicuos absolver a los súbditos”. Y, de hecho, impulsado por su convicción de
la validez de estos preceptos Gregorio VII ejecuta acciones que llevan a la controversia
llamada querella de las investiduras en la cual el rey Enrique IV (1056-1106)
de Alemania se rebela contra el Papa,
difamándolo y haciendo que el Papa ponga en práctica los preceptos precepto 12
y 27 excomulgando al rey alemán y liberando a sus súbditos de la obediencia al
mismo.
Estas acciones van encauzadas por la lucha de Gregorio VII contra los
mencionados males de la simonía y el
nicolaismo, consecuencias del mal mayor de la investidura laica. En ese sentido
es que el Papa “en febrero de 1075,
después de excomulgar a varios obispos, entre ellos cinco consejeros del
monarca alemán[10] y lanzar anatema
contra Roberto Guiscardo, duque de Apulia, infiel a sus promesas, decreta, si
hemos de creer a Hugo de Flavigny, lo siguiente: “Cualquiera que en lo sucesivo
reciba un obispado o una abadía de mano de una persona seglar no será tenido
como obispo o abad. Perderá la gracia de San Pedro y no podrá entrar en el
templo. Igualmente, si un emperador, duque, marqués o cualquier otra autoridad
osare dar la investidura de un obispado o de otra dignidad eclesiástica, sepa
que incurre en idénticas penas””[11] y
en este decreto se siente aludido y perjudicado el monarca alemán Enrique IV,
quien entonces comienza sus difamaciones contra el Sumo Pontífice desencadenando
en su excomunión y en su posterior sumisión al Papa -una vez que se percata de
que se encuentra solo en su lucha contra el Papa- en el suceso con talante de
humillación para el monarca alemán acaecido en el año 1077 en el castillo de
Canossa, donde se encontraba hospedado a la sazón el Papa en vísperas de una
dieta a celebrarse en Ausburgo, para definir el estado de la excomunión
promulgada por el Papa sobre el rey alemán, y por la visita de Enrique IV en
términos reconciliatorios el Papa levanta la excomunión contra el monarca.
No obstante la reconciliación, la
contienda entre Enrique IV y Gregorio VII se extendió hasta la muerte de este
último en el año 1085, ya que el monarca alemán volvió a enfrentarse contra el
Papa e incluso a condenarlo a morir en el exilio.
Cronología
El texto se
encuentra entre los documentos de la Iglesia escritos mas no publicados por el
Papa Gregorio VII para mediados de marzo del año 1075. Aunque existen algunas investigaciones que lo
ubican unos años más adelante hacia 1085, son las mismas investigaciones que
también atribuyen a un autor diferente dicho documento y como se citó en la
nota 6 en la parte referente a Autor ya quedó demostrado que el
documento es auténtico de Gregorio VII.
B)
Análisis
Texto y testimonio
Para el momento en que se
escribe el Dictatus Papae, la Iglesia estaba atravesando por dificultades en
sus estamentos administrativos y en lo concerniente a la sujeción y errónea
interpretación de los fundamentos de la doctrina católica. El Papa Gregorio VII
fue testigo directo de estos acontecimientos y el contenido del Dictatus Papae
da muestras de las ideas y atribuciones de la Iglesia para hacerse prevalecer y
predominar por encima del estamento civil.
Fuentes
Las
fuentes en las que se basa Gregorio VII como máximo representante de la Iglesia
son en primer lugar, las Sagradas Escrituras y en segundo lugar los Decretales
y demás documentos de la Iglesia, entre ellos el documento conocido como
Donación de Constantino, donde se especifica una donación de propiedades y
pertenencias de la corona de parte del Emperador Constantino a la Iglesia, hoy
día se ha demostrado que dicho documento es falso, sin embargo para la época de
Gregorio VII aún era considerado válido, así el precepto 8 del Dictatus
Papae, a saber “Que sólo él puede utilizar las insignias imperiales”, está basado en
dicho documento pues en dicho documento Constantino otorga privilegios al
Vicario de Cristo del momento en que supuestamente se escribe dicho documento,
Silvestre I, y a sus sucesores privilegios sobre la corona “otorgándoles también los cetros imperiales y todas las insignias y
estandartes y diversos ornamentos y todas las prerrogativas de la excelencia
imperial y la gloria de nuestro poder”[12].
Ideas Básicas
El Dictatus
Papae aboga por la preeminencia del Papa sobre los demás miembros de la
Iglesia y sobre los reyes o emperadores y la Iglesia como poder espiritual por
encima del poder temporal, da muestras de la búsqueda de centralización del
poder religioso alrededor del Papa cuyo poder, en su condición de Vicario de
Cristo, se considera universal e irrefutable, al igual que el de la Iglesia.
C)
Comentario
El Papa Gregorio VII
corresponde al número 157 en la sucesión papal de la Iglesia Católica cuyo
pontificado se dio entre los años 1073 y 1085, esto es hacia la parte final de
la Alta Edad Media, y como pontífice supremo de la Iglesia Universal ostentaría
según los parámetros de la Iglesia de hoy día los siguientes títulos: Arzobispo
de Roma, Vicario de Cristo, Sucesor del Príncipe de los Apóstoles, Pontífice
Supremo de la Iglesia Universal, Patriarca de Occidente, Primado de Italia,
Arzobispo y Metropolitano de la Provincia Romana, Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano
y Sirviente de los Sirvientes de Dios[13].
Se hace mención a estos títulos atribuidos al Papa en la actualidad, como
referenciales de la naturaleza de los intereses de Gregorio VII en su documento
Dictatus Papae, teniendo por supuesto en claro la anacronía entre la
época del pontificado de Gregorio VII y la época de vigencia de los títulos
mencionados[14].
Por
tanto, allende las restricciones anacrónicas existentes, se consideran las
características de los mencionados títulos conferidos al Papa – características
que apuntan a afirmar la preeminencia del Papa en lo concerniente a lo
espiritual, esto es, al Papa como Soberano de lo espiritual aquí en la Tierra-
reflejo de lo expuesto por Gregorio VII como atribuciones o dictados del Papa
en su Dictatus Papae, y por tanto sintéticas de la visión apostólica de
Gregorio VII plasmada en dicho documento, ya que aunque, en algunos casos, por
lo radical de sus propuestas -como por ejemplo el precepto 9 “Que
sólo al Papa todos los príncipes deben besar los pies”
o el precepto 5 “Que a los ausentes el Papa puede deponer “ que va en contra
de las leyes de la época basadas en el derecho romano donde a los ausentes no
se podía juzgar y en general el contenido total que si no se profundiza en las
razones históricas del mismo se puede llegar a concluir que tiene un aire
autoritario-,
se ha intentado atribuir a Gregorio VII ambiciones de poder temporal, más que
búsqueda de encaminar el poder espiritual.
Si bien es cierto que en definitiva
la relación poder temporal/poder espiritual para la Iglesia y evidentemente
para Gregorio VII constituía una relación asimétrica y de sujeción del poder
temporal al poder espiritual, siendo esto así durante la mayor parte de la Edad
Media, donde debe recordarse que la vida terrena tenía poco interés para el
creyente, no implica todo ello que Gregorio VII buscase establecer un imperio
mundial basado en lo religioso y con él como rey, esto es una teocracia, sino
más bien buscaba Gregorio VII establecer el dominio, sí, de la Iglesia de Dios
en la tierra pero sin el talante de interés mundano que algunos le atribuyen,
sino más bien en la búsqueda de eliminar lo mundanal de lo cual adolecía la
Iglesia de esos tiempos como la simonía y el nicolaismo productos en su mayoría
de la injerencia del poder temporal principalmente por parte de los monarcas y
autoridades laicas en las asuntos referidos a los nombramientos eclesiásticos,
esto es, la llamada investidura laica.
El llamado cesaropapismo o injerencia de
los monarcas en los asuntos eclesiásticos data incluso de la época de
Constantino, pues las relaciones poder espiritual (papado) – poder temporal
(monarcas) a lo largo de la historia se
vio marcada por la búsqueda de preeminencia de un poder sobre el otro sobre, el
rey esperaba la total sujeción del Papa al monarca y el Papa esperaba la total
sujeción del monarca al Papa (e.g. Carlomagno- León III, Otón I-Juan XII,
Enrique IV- Gregorio VII).
Aunque en el altercado de
la querella de las investiduras termina siendo en la superficie Gregorio VII el
derrotado, la historia se encarga de demostrar que los pasos dados por Gregorio
VII en cuanto a encarrilar a la Iglesia según las atribuciones que él
consideraba tenía el Papa en ella -muchas de dichas atribuciones fundamentadas
a su juicio por la Sagrada Escritura[15]-
y sintetizadas en el Dictatus Papae, contribuyeron a imponer sus expectativas
-por lo menos en los estatus de la doctrina eclesiástica- en cuanto a la
eliminación de la investidura laica y a la afirmación de la condición de
infalibilidad del Papa y la Iglesia. Así se tiene que en el año 1122, el papa
Calixto II firma el concordato de Worms con el monarca alemán del momento,
Enrique V, donde se da plena independencia al Papa con respecto a los jerarcas
laicos, concordato cuyos acuerdos fueron corroborados en el Concilio de Letrán
en el año 1123, y en referencia a la infalibilidad del Papa, esta es declarada
dogma de la Iglesia en el Concilio Vaticano I en el siglo XIX, en el año de
inicio de la unificación italiana, esto es, en 1870.
Constituye el Dictatus Papae una
fuente medieval de relevancia para el análisis de la situación religiosa de la
época, caracterizada por la confrontación entre los dos poderes, el espiritual
y el temporal, siendo el documento de Dictatus Papae precursor del dogma de la
infalibilidad papal y de la Iglesia, ejemplo de la dirección dogmática de
búsqueda de la supremacía del poder espiritual encauzada por la Iglesia de la
época y a lo largo de la historia, que si bien, como lo testifica la Iglesia de
nuestros días, no pudo cristalizarse definitivamente dicho objetivo de
preeminencia -aunque sí se dio independencia- vio atisbos de triunfo cuando
participaron en su consecución personajes del cariz de Gregorio VII.
BIBLIOGRAFÍA
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Sociedad Bíblica Internacional. Miami . 1999.
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[1] Dictatus Papae: texto en latín -que para el momento de
redacción del Dictatus Papae, era la lengua vulgar utilizada- cuya traducción
al español es Dictados del Papa, o Dictámenes del Papa, o también
Preceptos del Papa.
Ver una traducción del Dictatus Papae en: http://webs.advance.com.ar/pfernando/DocsIglMed/Dictatus_Papae.html
[2] H. Hearder y D.P. Waley. “Breve
Historia de Italia”. Madrid, Alianza Editorial. p 47.
[3] La investidura laica fue una
consecuencia del feudalismo medieval donde los príncipes, reyes, emperadores o
señores feudales buscaban imponer sus intereses comerciales a los intereses
espirituales, y dada su jerarquía y por la jurisdicción feudal colocaban como
obispos de las iglesias de las cuales eran dueños a personas que los
favoreciesen a ellos en sus intereses comerciales, sin importar la condición
espiritual de las mismas, lo que vino en detrimento del estamento clerical de
la Iglesia fomentándose la simonía y el nicolaismo. La investidura que se
realizaba en el caso de un obsipado era la entrega del anillo y el pastoral.
[4] Simonía:
(Del b. lat. Simonia, de Simón el Mago, que quiso comprar a san Pedro el don de
conferir el Espíritu Santo.) f. Compra o venta ilícita de cosas espirituales o
de temporales ajenas a ellas. En: Diccionario Enciclopédico de la
Enciclopedia Hispánica de Barsa Planeta en CD-ROM. 2003.
[5] El nicolaismo
es el término utilizado en la Iglesia Católica para referirse a la no sujeción
al precepto de celibato clerical propuesto por la Iglesia. El término proviene
de las referencias hechas por la Biblia a los nicolaítas, referencias
que se encuentran en el libro de Apocalipsis en el capítulo 2, versículos 6 y
15. Estos versículos no especifican el carácter anticelibato de los nicolaítas,
pero sí efectivamente se desprende del contexto que sus doctrinas reprobables
estaban relacionadas con la conducta sexual, por lo que se presume que –sólo
como conjetura coherente y lógica, pues no se encontraron durante el desarrollo
de esta investigación fuentes que aclararan este punto- dado este interés de
los nicolaítas por lo sexual, la Iglesia optó por utilizarlo como sinónimo del
no cumplimiento del celibato y la continencia por parte de los clérigos. Es de
notar que incluso el siglo XI el celibato no era una condición obligatoria para
ser clérigo por lo menos en los niveles más bajos de la jerarquía eclesiástica,
el sacerdocio obtuvo esta condición de obligatoriedad en el Concilio de Letrán
convocado por el Papa Calixto II, en el año 1123, concilio en el cual se puso
fin a la querella de las investiduras.
[6] B. Llorca, R., García
Villoslada, F. Montalbán, Historia de la Iglesia Católica,
Vol. II, bac, Madrid . 1976, p. 319.
[7] El monasterio de Cluny fue fundado
por Guillermo de Aquitania y el monje Berno, con miras a recuperar el espíritu
monástico del Montecasino de San Bernardo con la conocida máxima de Ora et
Labora.
[8] P.
Ángel Amo. Santoral: Gregorio VII, Santo. En: Catholic.net El lugar de encuentro de los católicos en la
red. en http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=3467
[9] San Benito fue un clérigo que vivió
en el siglo VI y que en la búsqueda de una espiritualidad más profunda, se
orientó hacia el monacato y promulgó el lema de los monjes como Ora et Labora,
haciendo mención a la importancia de la oración profunda y el arduo trabajo
para la obra pastoral del Señor.
[10] El monarca alemán es el mencionado
Enrique IV.
[11] B. Llorca, R., op. cit. p 307.
[12] Libros de fuentes de historia
medieval. Donación de Constantino. En: http://www.geocities.com/CollegePark/Square/3602/carlos.html#donacion
[13] Títulos dados al papa según
documental de la UNESCO en Patrimonios de la Humanidad. DVD etiquetado
como Culturas Mediterráneas (Tras las Huellas del Islam-Paseo por el
patrimonio). Información referida dentro de menú Paseo por el patrimonio
-> Ciudad del Varticano.
[14] . Por ejemplo, es obvio que
el título de Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano hubiese sido
inaplicable a Gregorio VII en el siglo XI, toda vez que el Estado de la Ciudad
del Vaticano fue creado en el siglo XX, a saber en el año 1929, pero podría
verse en este caso como el equivalente a los Estados Pontificios de la
época de Gregorio VII.
[15] Como
ejemplo, del talante dado de basamento bíblico a dichos preceptos, se tiene el
precepto número 22, a saber, “Que la iglesia romana nunca ha errado y ene
el futuro, según el testimonio de la Escritura, no errará”. El “testimonio
de la Escritura” es referido en este caso al evangelio de Mateo 16:19 en el
cual se registran las siguientes palabras, en el momento que según la Iglesia
Jesucristo funda Su Iglesia y establece a Pedro como el primer vicario de Cristo en Ella: “Te daré las llaves del
reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y
todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”.
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