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¿Es la ciencia del pasado el pasado de la ciencia?


¿Es la ciencia del pasado el pasado de la ciencia?

La interrogante “¿Es la ciencia del pasado el pasado de la ciencia? se presenta harta interesante e invita a una profunda reflexión, y esta reflexión abarca una amplia gama de tópicos relacionados con la historia en general como disciplina y cómo se aborda la misma y con la ciencia como tal y su historia, esto es, cómo se aborda la historia de la ciencia. En este ensayo, la respuesta a dicha interrogante es un no y en el desarrollo de estas líneas se proceden a establecer los argumentos que justifican dicha respuesta y que ponen de manifiesto algunas de las diatribas que en referencia a lo qué es la ciencia y cómo se aborda su estudio y el de su historia.

Empezando por lo menos académico y, si se quiere, menos histórico del asunto, en una primera instancia puede pensarse en si la pregunta encierra cierto desdén hacia el pasado, toda vez que en su segunda mención en la interrogante se puede estar haciendo alusión al pasado como aquello vetusto que no tiene cabida en el presente, que hay que dejarlo atrás en consonancia con el lema de “Life is now[1], en donde ayer y mañana no cuentan, lo que cuenta es el hoy,  lo cual para un profesional o futuro profesional de la historia resulta a todas luces inaceptable, toda vez que el pasado del hombre es el objeto de estudio del historiador y en ningún caso el pasado es considerado inmeritorio de ser tenido en cuenta, y en ese sentido, bajo esta perspectiva, al responder a la pregunta planteada con un no, debe aclararse que dicha respuesta no es porque el “pasado” sea algo irrelevante y por ello “la ciencia del pasado” no puede ser el “pasado” de la ciencia, sino porque además de ser “pasado” de la ciencia por haber ocurrido en tiempos previos, tiene vigencia en y para el presente, como se verá a lo largo del desarrollo de la reflexión en este ensayo.

Por otro lado, también la  interrogante mencionada trae a colación la diatriba entre la diferenciación entre historia e historicidad, donde se tiende a confundir la historia con la historicidad y por tanto a reducir el paso del tiempo al cambio, en el espíritu evolucionista y progresista de que el paso del tiempo tiende a perfeccionar las sociedades y sus elementos e instituciones a través del cambio, en este caso, al elemento ciencia, y por tanto el pasado, en este caso, la ciencia pasada, quedaría descontinuada por el cambio, y por tanto, irrelevante para el presente y el futuro, dando por sentado que el cambio es obligatorio que se dé en el tiempo y más aun que tienda a perfeccionar y sustituir lo pasado más que complementarlo, afirmarlo, mejorarlo y/o nutrirse de él. Ciertamente la historia se interesa en el cambio y en la transición[2], pero no desecha los hechos ocurridos en el ínterin y no descarta transiciones previas, mas se vale de ellos para el análisis de esos procesos de transición, no postulando una verdad absoluta y definitiva –al igual que no lo hace la ciencia-, como indica Karl Jaspers:
No hay ninguna estructura real permanente y acaso mucho menos allí donde se pretende. La verdad, por virtud de la cual el Ser se hace consciente se manifiesta en el tiempo(Jaspers,2002:315) 
y agrega “Lo esencial en la historia es únicamente que en ella puede el hombre recordar y, por tanto, conservar lo que fue como factor de lo que viene(Jaspers,2002:315), y en ese sentido, la ciencia  pasada es “factor de lo que viene”. 
A este respecto del tema de la verdad, también en ciencia se presenta la diatriba en cuanto a la verdad científica, y en ese sentido, el comentario de Carl Sagan respecto a lo autocrítica que es la ciencia y los científicos resulta esclarecedora y refuta esa visión negadora tanto de lo pasado como de lo futuro que se le atribuye a los científicos caracterizándolos de arrogantes pues supuestamente creen sólo en su “verdad”, indica Sagan respecto a como proceden los científicos –él uno de ellos-: “Constantemente estamos clavando el aguijón, desafiando, buscando contradicciones o pequeños errores persistentes, residuales, proponiendo explicaciones alternativas, alentando la herejía. Damos nuestras mayores recompensas a los que refutan convincentemente creencias establecidas(Sagan,2005:51).   
Y este punto de la verdad científica resulta uno de los más álgidos y controversiales en la definición de la importancia de la ciencia antigua o previa para la ciencia moderna o actual, pues esa visión restringida de la ciencia como establecedora de verdades absolutas ha hecho global la perspectiva que se plantea en muchos de los libros de texto científicos y de historia de la ciencia que plantea que “el contenido de la ciencia está ejemplificado solamente mediante las observaciones, leyes y teorías que se describen en sus páginas (Kuhn,1975:21), cuando en realidad “quizá la ciencia no se desarrolla por medio de la acumulación de descubrimientos e inventos individuales(Kuhn,1975:22) y por ello en el campo de la historia de la ciencia, los historiadores “cuando más cuidadosamente estudian, por ejemplo, la dinámica aristotélica, la química flogística o la termodinámica calórica, tanto más seguros se sienten de que esas antiguas visiones corrientes de la naturaleza, en conjunto, no son ni menos científicos, ni más el producto de la idiosincrasia humana, que las actuales (Kuhn,1975:22).


El científico Antoine Laurent de Lavoisier[3] (1743-1794) representa un caso en la historia de la ciencia de un científico que tuvo esa visión radical negadora del pasado científico – para Lavoisier había que olvidar todo lo hecho antes en su campo de estudio, la química- y que, en cierto modo definió su descubrimiento como la verdad de la química, ya que al realizar su revolución en la química en el siglo XVIII buscaba una erradicación del pasado e indicaba que su obra sería mejor entendida por los principiantes o novatos más que por los sabios, pues de alguna manera estos últimos estarían contaminados o influenciados por el conocimiento previo[4]. Y la historia de la revolución química de Lavoisier resulta un caso paradigmático que deja claro que la ciencia del pasado no es el pasado de la ciencia aunque así lo planteó, en cierto modo, este científico ya que buscó “Borrar las huellas, ignorar a los predecesores(Bensaude-Vincent,1991:435),  pero es claro que Lavoisier tuvo influencias del pasado –o al menos en el pasado existían elementos que él utilizó los conociese o no- para producir su, sin duda, muy innovadora revolución ya que, por ejemplo:

  • En todos los libros puede leerse que Lavoisier revolucionó la  química con la balanza. Esta afirmación solo es cierta en parte. La balanza ya existía en los laboratorios de química(Bensaude-Vincent,1991:415)
  • Lavoisier “pesa todos y cada uno de los elementos del sistema. Esta práctica de verificación global entraña el famoso principio “Nada se crea ni se destruye” atribuido a Lovoisier, aunque en realidad no fue él quien lo inventó. Ya en las obras de los atomistas de la Antigüedad encontramos un principio formulado en términos similares citado especialmente por Lucrecio “Nada nace de la nada: nada vuelve a la nada” (Bensaude-Vincent,1991:416)
  • La definición de elemento químico se le atribuye a Lavoisier, no obstante “podríamos citar una buena decena de definiciones análogas procedentes de químicos contemporáneos a Lavoisier,como Guyton de Morveau o Macquer o incluso remontarnos a los químicos del siglo XVII(Bensaude-Vincent,1991:427)
  • Aunque el “Discurso de Lavoisier” pretenda poner fin a la química de los principios, no elimina todos los elementos-principios(Bensaude-Vincent,1991:428)

Estos son algunos de los puntos que constituyen argumentos que dejan claro que la innovación de Lavoisier tenía precedentes en el pasado, ciertamente Lavoisier revolucionó la química, pero es claro que su background de conocimientos tuvo influencias para el logro de su avance y así ocurre en general en todas las áreas del conocimiento, no estando exenta la ciencia de esto.  Así lo entendió Albert Einstein al indicar el proceso de producción de conocimiento de un físico teórico: “El método del teórico consiste en la emisión de unas hipótesis generales de base, llamadas principios, a partir de los cuales podrá deducir resultados. Su actividad consiste, pues, en: primero, encontrar esos principios, y segundo, sacar conclusiones. Para llevar a cabo la segunda parte recibe en la escuela los instrumentos adecuados(Einstein,1986:149-150). Es claro que entre esos “instrumentos adecuados” está el bagaje de ciencia pasada, pero estudiada con “pensamiento crítico e independiente(Einstein, 1986:31) pues debe haber “Educación para la independencia en el pensar(Einstein, 1986:30).  


Otro ejemplo que  resulta paradigmático de la importancia de la ciencia del pasado para la ciencia presente es el del físico teórico e historiador de la ciencia Thomas Kuhn quien como científico cambió incluso su visión de lo que era el desarrollo científico según lo había aprendido en sus estudios de física teórica, al introducirse en el estudio de la historia de la ciencia, especialidad por la que en definitiva se decantó como profesional. Así indica Kuhn “Resultó para mí una sorpresa total el que ese contacto con teorías y prácticas científicas anticuadas socavara radicalmente algunos de mis conceptos básicos sobre la naturaleza de la ciencia y las razones que existían para su éxito específico (Kuhn,1975:9).


 También, para responder a la interrogante “¿Es la ciencia del pasado el pasado de la ciencia?”, si se quiere ser lo más riguroso en el análisis debe determinarse o definirse cuál sería considerada “la ciencia del pasado”,  tal como se distinguió lo que es “pasado de la ciencia”. Definir si “la ciencia del pasado” es la ciencia de los griegos que se consideran los fundadores de la misma como lo indica el padre de la historia de la ciencia George Sarton “la ciencia comienza… con Tales y Pitágoras (Siglos VI A.C.)(Sarton,1960:91) o si más bien siguiendo a Asimov, se entiende, en cierto modo, a la ciencia  como la iniciada con la curiosidad del hombre, “ese imperativo deseo de conocer(Asimov,1973:13) o si la ciencia del pasado es la previa al método científico en una visión positivista de la ciencia, es decir, prácticamente definir a la ciencia como su método, tal como indica Kuhn, respecto a la visión de muchos de los historiadores de la ciencia al indicar que: “Después de haber explicado el descubrimiento del método en el siglo XVIII, el historiador puede, y de hecho lo hacer, dejar las ciencias de lado (Kuhn,1989:168); claro en este caso el historiador desestima tanto el pasado como el presente y el futuro de la ciencia, a lo único que le dan importancia en este caso es al método científico.
Por cierto que en referencia a las acaloradas diatribas que provocan los cuestionamientos respecto al método científico y la experimentación, se ha de indicar que Albert Einstein, cual Voltaire del siglo XX, confiando ciegamente en la razón,  responde convencido del empirismo científico apoyado en la capacidad racional del hombre que por cierto, pregonaban los “científicos” -utilizando anacrónicamente el adjetivo- de la antigüedad, así elucubra Einstein “¿Podemos creer que la experiencia nos guía correctamente, cuando existen teorías como la mecánica clásica que concuerdan con ella sin comprender los hechos en toda su profundidad?... De algún modo creo que es cierto que a través del pensamiento puede comprenderse la realidad, tal como lo soñaron los antiguos (Einstein,1986:30).
Así, Einstein se decanta por un positivismo empírico en el conocimiento científico, pese a tener claro, como lo indica,  que ciertos postulados y teorías científicas no tienen una total validación empírica por la imposibilidad de probarlas estricta o rigurosamente como el caso de la mecánica clásica, la física cuántica e incluso la misma teoría de la relatividad de Einstein –que ya desde su nombre lo vislumbra- cuyos postulados mucho más que probados empíricamente se demuestran deconstruyendo –en el espíritu postmoderno de Derrida- su alternativa, quizá Einstein en su visión voltaireana del progreso, en este caso de la ciencia, consideraba que el camino se encontraría al pasar del tiempo, pero sin embargo, cabe destacar que por no encontrarlo aún no desestimaba lo científico del conocimiento producido  fuese pasado o presente. Así, en este punto, lo importante es destacar que negar lo científico de alguna teoría o investigación por el sólo hecho de su falta de empirismo o por su caducidad por vetustez resulta a todas luces insuficiente pues cabe aquí recordar las palabras mencionadas previamente de la experiencia de Thomas Kuhn respecto al aporte del estudio de la historia de la ciencia a la modificación de la visión de la ciencia al estudiar a los antiguos pues al hacerlo “tanto más seguros se sienten de que esas antiguas visiones corrientes de la naturaleza, en conjunto, no son ni menos científicos, ni más el producto de la idiosincrasia humana, que las actuales (Kuhn,1975:22).


En definitiva, hay que tener en cuenta que el mismo concepto de ciencia ha cambiado históricamente a través de los siglos, ya que, por ejemplo, la concepción griega de la ciencia es diferente a al concepto medieval de la misma que giraba en torno a la idea de Dios, al ser el monoteísmo el que primó en el medioevo a diferencia del politeísmo griego. En la época moderna –moderna según la tradicional periodización[5] que ubica a aquella época que superó el medioevo- se revisó también el concepto de ciencia restringiéndolo a lo estrictamente experimental.
Ya en la época contemporánea –una vez más según la tradicional periodización- se unieron estrechamente los conceptos de ciencia y tecnología[6], y así la ciencia dejó de ser en esta época algo estrictamente teórico y cognitivo para convertirse en algo práctico y operativo, y de allí su importancia vital para la humanidad pues como indica Carl Sagan siendo que “la ciencia es más que un cuerpo de conocimiento, es una manera de pensar(Sagan,2005:43), y en ese sentido su masificación es importante pues la ciencia puede ser el camino dorado para que las naciones en vías de desarrollo salgan de la pobreza y el atraso. Hace funcionar las economías nacionales y la civilización global”(Sagan,2005:56). Por ello, el pasado de la ciencia no puede desestimarse como caduco pues como indica Sarton en referencia a Leonardo Da Vinci[7] y su ciencia “Just as Leonardo in a concrete way will enable me to show the unity of science, he will also enable me to show its continuity. Because, although original in his singular genius, he is not less deeply coming  from the master key. Leonardo is not an isolated  accident, a miracle, but the reappearance of the sudden and rare fruit of a long revolution, never entirely stopped and which, though mainly secret, is not less real[8](Sayili,2005:4-5). Huelgan las explicaciones respecto a esta cita de Sarton, donde da cuentas de que la ciencia y el científico se nutren del pasado, dada la “continuidad” de la ciencia.


Como argumentos finales, complementarios y ejemplificantes de la importancia de la ciencia del pasado para el presente, se presentan a continuación varias citas tomadas de la historiografía que dan cuenta de la vigencia en el presente de los descubrimientos en el ámbito científico realizados en el pasado –muchos logros científicos incluso tienen sus antecedentes en claros ejemplos del pasado- y aunque hay que tener claro que “como casi siempre, la ciencia está poniéndose en los umbrales de una nueva revolución sobre el modo de ver la realidad[9](Estrella,1990:154), esto no debe relegar a un segundo plano la ciencia pasada:

  • Los babilonios del segundo milenio no eligieron las mismas opciones que nosotros –sus criterios no eran los mismos-, pero sus opciones, como las nuestras, son una parte de la historia, la suya y la nuestra(Ritter,1991:49).
  • “Euclídes es como Homero, así como todo el mundo conoce la Iliada y la Odisea, del mismo modo todo el mundo conoce los Elementos… Los Elementos constituyen el más antiguo manual de geometría que ha llegado hasta nosotros”(Sarton,1960:29) y más aún, téngase en cuenta que “el libro de texto de Euclides ha permanecido en uso, apenas con la menor modificación, durante más de 2000 años(Asimov,1973:20).
  • …las leyes de movimiento y la ley de cuadrado inverso de gravitación asociadas con el nombre de Isaac Newton están consideradas con razón entre los máximos logros de la especie humana. Trescientos años después, utilizamos la dinámica newtoniana para predecir los eclipses. Años después del lanzamiento, a miles de millones de kilómetros de la Tierra (con solo pequeñas correcciones de Einstein), la nave espacial llega de manera magnífica a un punto predeterminado en la órbita del objetivo mientras el mundo va moviéndose lentamente(Sagan,2005:51).  Y si con las dinámica newtoniana se pueden predecir los eclipses, yendo más atrás “… hace mas de dos mil quinientos años se profetizaban con exactitud las fechas de los eclipses, fundándose en las leyes de su repetición, inferidas de muchos siglos de observaciones cuidadosas(Moulton y Schiffers,1947:XVII).
  • Parece ser que en el marco de la teoría de la relatividad general se pueden deducir las leyes del movimiento, a partir de las leyes del campo que corresponden a la ley de fuerzas de Newton… Incluso en un sentido más formalista, la mecánica de Newton ha preparado el camino a la teoría de campos (Einstein,1986:214-215).
    
  • Se reconocerá sin duda con asombro que actualmente admitimos como principios de todos los compuestos los cuatro elementos, el fuego, el aire, el agua y la tierra, que Aristóteles había designado como tales, mucho antes de que se tuvieran los conocimientos químicos necesarios para comprobar la veracidad de esta afirmación (Bensaude-Vincent,1991:419).
  • Los problemas algebraicos de los sumerios revelan ciertos conocimientos geométricos… las tablillas descifradas últimamente denuncian el conocimiento, no sólo del teorema geométrico, sino también de los llamados “tripletes pitagóricos”… Ahora bien, el conocimiento de los “tripletes pitagóricos” se atribuía hasta ahora a Pitágoras, o a los pitagóricos, para un caso particular y a Euclides para el caso general (que es el que presuponen las tablillas sumerias), es decir a figuras ambas posteriores a los sumerios en más de un milenio (Babini,1967:71-72).
  • En referencia al desarrollo por parte de Galileo de su teoría de la caída libre de los cuerpos se refiere que para medir los tiempos de caída, Galileo no utilizó el reloj mecánico de su época sino que “El físico [Galileo] prefirió emplear las clepsidras inventadas por los babilonios tres mil años antes(Estrella,1990:20)
  • Copérnico en la trágica Polonia y Galileo en la histórica Italia, utilizando las observaciones astronómicas hechas dos mil años antes por los babilonios y los griegos, probaron la teoría heliocéntrica del sistema planetario, y con ello arrancaron al hombre de su orgullosa posición en el centro de la creación y lo relegaron a la superficie de un corpúsculo que gira en torno al sol (Moulton y Schiffers,1947:XVIII).
  • Para muchas gentes contemporáneas, la ciencia sigue siendo solamente una forma mejorada de la magia. Y no obstante, ya los ociosos sacerdotes del antiguo Egipto, que ejercían la medicina y la astronomía en tiempos que se remontan a la edad de las Pirámides (3000-2475 a.C.) habían emprendido la ruta fundamental de toda ciencia, que consiste en registrar objetivamente y con toda escrupulosidad las observaciones (Moulton y Schiffers,1947:3).
  • Aristóteles (384-322 a.C.) “es uno de los verdaderos fundadores de la biología moderna, como lo revela su disertación sobre el tema de la continuidad, y fue un poderoso adelantado del método científico que procura inspirarse en la indagación sistemática de los hechos (Moulton y Schiffers,1947:11).
  • Lucrecio (98-55 a.C.) conocía las leyes de la caída de los cuerpos en el vacío y la uniformidad de dicha caída. Así lo refiere en su obra Sobre la naturaleza de las cosas: “Los átomos, a medida que su propio peso les hace descender, se desploman en el vacío  … Por lo cual digo: Menester es que los átomos declinen o se desvíen un tanto a las veces, pero con una desviación mínima, no sea que parezca que imaginamos movimientos oblicuos desmentidos por la realidad (Moulton y Schiffers,1947:15-16)

BIBLIOGRAFÍA

ASIMOV, Isaac. Introducción a la ciencia (I. Ciencias físicas). Ediciones Orbi (Colección Muy Interesenta). Barcelona. 1973 p. 427.

BABINI, José. La prehistoria de la ciencia. Enciclopedia de historia de la ciencias. Centro Editor de América Latina. Caracas. 1967. p. 97.

BAERT, Patrick: La teoría social en el siglo XX. Alianza Editorial. Caracas. 1987.

BENSAUDE-VINCENT, Bernadette. Lavoisier: una revolución científica. En: Michel Serreb. Historia de las ciencias. París. Cátedra Bordas. 1991. pp. 411-435.

Diccionario Enciclopédico de la Enciclopedia Hispánica de Barsa Planeta. México. Barsa Planeta. Formato CD-ROM. 2003.

EINSTEIN, Albert. Mi visión del mundo. Cuadernos ínfimos 11. Tusquets Editores. Barcelona. 1986. p. 274.

ESTRELLA, Jorge. La ciencia: pasado, presente y futuro. Universidad Santiago de Chile. USACLA. Santiago. 1990. p. 156.

JASPERS, Karl. Origen y meta de la historia. Alianza Editorial. Argentina. 2002. p. 363.

KUHN, Thomas. La estructura de las revoluciones científicas. F.C.E. México. 1975. p. 319.

KUHN, Thomas. Las relaciones entre la historia y la historia de la ciencia. En: Juan José Saldaña (compilador). Introducción a la teoría de la historia de las ciencias. México. UNAM. 1989. pp. 157-194.

MOULTON Y SCHIFFERS. Autobiografía de la ciencia. F.C.E. México. 1947. p. 642.

RITTER, James. Babilonia (1800 a. de C.). En: Michel Serreb. Historia de las ciencias. París. Cátedra Bordas. 1991. pp. 27-49.

SAGAN, Carl: El mundo y sus demonios. Editorial Planeta. Bogotá. 2005. p. 493.

SARTON, George. Ciencia antigua y civilización moderna. F.C.E. México. 1960. p. 132.

SAYILI, Aydin: George Saron and The History of Science. 2005. p. 26. Descargado en línea en formato pdf (sarton.pdf) desde “Foundation for Science Technology and Civilisation”: http://www.fstc.co.uk.




[1] Life is  now (La vida es ahora): Lema de la publicidad de la empresa de telecomunicaciones Vodafone.
[2] Kart Jaspers indica que “la historia es constitutivamente transición(Jaspers,2002:313)
[3] Lavoisier fue héroe de la revolución química y mártir de la Revolución  Francesa, pues aunque se integró en el movimiento revolucionario fue condenado y muerto en 1794 por los revolucionarios.
[4] Quien prologó la publicación del Tratado de química elemental de Lavoisier, el abbé Condillac, deja claro esta ruptura con el pasado de la obra de Lavoisier al indicar: “Las obras en las cuales se trate la ciencia con gran claridad, con gran precisión, con gran orden, estarán al alcance de todo el mundo. Los que no hayan estudiado nada las comprenderán mejor que los grandes estudiosos y, sobre todo, que aquellos que han escrito mucho sobre las ciencias”(Bensaude-Vincent,1991:425)
[5] La periodización mencionada es la que divide a la historia en antigua, medieval, moderna y contemporánea, donde se ubica el inicio de la historia moderna con la toma de Constantinopla por parte de los turcos en el año de 1453.
[6] Como refiere Kuhn: “La ciencia y la tecnología habían sido quehaceres separados antes de que Bacon anunciara su unión a principios del siglo XVII, y siguieron separados durante tres siglos más. Hasta fines del siglo XIX, las innovaciones tecnológicas importantes casi nunca provenían de los hombres, instituciones o grupos sociales que contribuían a las ciencias. (Kuhn,1989:173-174)
[7] Tambíén es representativo de la importancia de lo pasado, incluso en el quehacer científico, el hecho de que la época en que vivió Leonardo Da Vinci, el genio por excelencia, fue la del Renacimiento, época de cambios en diversos ámbitos que se da entre los siglos XIV al XVI, y cuyo nombre procede de su carácter de vuelta a los orígenes, donde los renacentistas comenzaron a interesarse por el conocimiento pasado legado por los griegos y los árabes.
[8] Tal como Leonardo en una vía concreta me capacitará para mostrar la unidad de la ciencia, él también me capacitará para mostrar su continuidad. Porque, aunque original en su genio origina, él no está menos enraizado en el pasado. Leonardo no es un accidente aislado, un milagro, sino la reaparición del repentino y raro fruto de una larga evolución, nunca enteramente detenida y la cual,   aunque en gran parte secreta, no menos real” (Traducción propia)
[9] Ténganse como ejemplos, la teoría cuántica y el principio de incertidumbre de Heisenberg, que denotan un carácter altamente probabilístico de la ciencia y ponen en tela de juicio todo aquello del empirismo, sobre todo porque la ubicación espacial de la materia queda supedita al observador. En el área de la teoría cuántica se da el tema de las opciones del Universo e incluso ya la ciencia no es colectiva sino que es aplicada al individuo y si se quiere a su espiritualidad, donde, incluso desde un punto de vista científico, él elige lo que quiere ver y ser.


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