"Todas las generalizaciones son peligrosas, incluida ésta." Alejandro Dumas (hijo) (1824-1895) Escritor francés.
Como referí previamente, el análisis que
añado en el blog sobre poner el pasado en su justo lugar fue realizado enfocándolo
desde la perspectiva de utilizar el pensamiento científico, sin embargo, considero
pertinente acotar que pienso que igualmente desde la perspectiva de la fe
cristiana se puede contribuir grandemente a trabajar en el ámbito de lidiar
con las ataduras del pasado, pues confiados en Dios podemos decir como el
apóstol Pablo:
“… olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que
está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de
Dios en Cristo Jesús.” (Filipenses 3:13).
De hecho, como refirió en su
tiempo San Agustín de Hipona (354 D.C.- 430 D.C), santo y Doctor de la Iglesia Católica, escritor de La Ciudad de Dios, fe y razón, o fe y pensamiento científico
extrapolándolo a este caso, no se niegan entre ellas sino que son complementarias
operando cada una en su ámbito de acción.
Además,
quiero señalar, que si bien los ejemplos referidos en el análisis son, por
decirlo así, casos “lights” en comparación con tantas controversiales y
conocidas ataduras con el pasado que coartan el presente de muchos de nosotros,
se desarrollan en ese modo para no hacer tan duro el relato, pero igualmente
pienso que pueden extrapolarse a cualquier otra más dramática situación que se
haya vivido y con la que se esté luchando.
Contextualizar la verdad
Partiendo
de la concepción de verdad que hemos analizado, donde vemos que no hay verdades
absolutas, al menos no que podamos conocer en el sentido epistemológico, pues todo
cambia y todo depende del contexto, perspectiva o marco de referencia, podemos comenzar
a cuestionar pensamientos como, por ejemplo, el de que si algo pasó
antes de una forma, de esa misma forma volverá a pasar en el futuro porque se
piensa que se nació para esto y no para aquello pues es el destino insoslayable,
y más bien se debe analizar y entender que, si bien lo que ocurrió en un
contexto se convirtió en la verdad en ese contexto pasado, no tiene porqué ser
así en otro contexto sea en el presente o en un futuro.
También,
incluso podemos llegar a comprender que esa “verdad” que dábamos por sentada sobre alguna experiencia pasada, no era tal verdad,
sino que, al deslindarnos de ese arraigo a una verdad única y a un destino
inevitable, podemos replantearnos cómo llegamos a la conclusión de esa verdad
contextual generada, y ver que ciertos factores y variables que no habíamos
tomado en cuenta no nos dejaron ver claramente la situación.
En
este sentido, por ejemplo, algo muy común que sucede es el sacar conclusiones
sobre algún suceso ocurrido con alguna
persona, sin ni siquiera haber dialogado al respecto con el involucrado,
parametrizando así la situación a nuestra perspectiva personal y etiquetando a
la persona o “haciéndole la cruz” como
se dice popularmente, e incluso
generalizando la situación tanto para esa persona involucrada como para los
demás. Pero, entendiendo que debe
considerarse el contexto del otro, se puede entonces decidir más bien conversar
con la persona para aclarar la situación a la luz de la visión conjunta de los
involucrados, y posiblemente se obtenga una conclusión totalmente diferente a
la que se tenía.
Hay
que entender y tener presente que considerar que hay una única verdad genera
conflicto, intolerancia, e incluso negación, manipulación y/o sustitución
de la verdad, pues ésta es un constructo social dependiente del observador y
del entorno socio-cultural en el que se desarrolla y no puede ser analizada sin
considerar todos los elementos involucrados (objeto, observador y descripción
dada), ya que al no considerarlos, se coarta la verdad experimentada por un
observador a la experimentada por otro, cuando el análisis y abordaje de la
situación debe buscar consenso en el análisis, a través de un contexto,
lenguaje y propósito común pues la verdad, al menos la epistémica o
cognoscible, no es única.
Como
otro ejemplo, si un día desafortunadamente, al uno decidirse e intentar
realizar una transacción por cajero automático el equipo no da el dinero, o
peor aún, un malintencionado se ofrece a ayudar pero para finalmente robarnos
la tarjeta o el dinero, no tiene esto que convertirse en una razón definitiva
para dejar de utilizar los cajeros automáticos, que constituyen un mecanismo
que ofrece varias ventajas como la rapidez y la disponibilidad y cercanía, sino
que la desagradable experiencia debe verse como algo fortuito, que por desgracia
ocurre en el mundo, y más bien debe
constituirse en un aprendizaje para ayudarnos a ser más atentos y a la vez perspicaces en el uso de esos
dispositivos tecnológicos.
Igualmente
debe suceder, por ejemplo, con lo que se refiere a una desilusión o fracaso sea
en una amistad o un amor que no fue lo que se esperaba, que sentimos y pensamos
nos defraudó y lo llevamos a generalizar al conjunto total de las
personas, aislándonos y evitando nuevas
relaciones por considerar que terminarán como las que no funcionaron en el
pasado. Más bien, debemos entender que los contextos son diferentes y más aún
cada persona es diferente, e incluso todos -incluido uno mismo- cambiamos a lo
largo del tiempo, y quizá las razones, que están relacionadas con todas las partes
involucradas y no con una sola arista de la situación, no aplican para las
nuevas, digamos, variables y escenarios.
Sobre la verdad
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