“Los últimos acontecimientos en España y Portugal muestran que Europa se manifiesta todavía inestable. De esta circunstancia importante no puede darse prueba más contundente que el hecho de que las potencias aliadas hayan estimado conveniente, basándose en cualquier principio satisfactorio para ellas, intervenir por la fuerza en los asuntos internos de España”
El
texto analizado corresponde a parte de lo expresado por el presidente de los
Estados Unidos James Monroe[1],
en su discurso de fecha 2 de diciembre de 1823, como mensaje anual
presidencial, y de cuyo contenido se desprende la que se ha conocido en la
historiografía como Doctrina Monroe, que afianza su soberanía y que constituye una de las primeras
evidencias de los planes expansionistas y hegemónicos de los Estados Unidos
característicos
de su política exterior. En ese mensaje anual del presidente Monroe, se
plantean los postulados que sobre relaciones exteriores había considerado el
político norteamericano John Quincy Adams, quien dio cuentas de las
perspectivas norteamericanas de relaciones internacionales de no intromisión en
los asuntos europeos[2]
y se negó a aliarse -según propuesta del ministro británico George Canning- con
Gran Bretaña para luchar contra posibles ingerencias de países europeos como
Francia y Rusia en América, declarando que “[s]ería más honrado, y también
más digno, declarar explícitamente nuestros principios a Rusia y a Francia, que
llegar en una piragua detrás del acorazado británico”(Morison,1980:238).
La Doctrina Monroe que, de manera
bastante simplificada y somera, se sintetiza en la frase “América para los
americanos” engloba tres postulados principales: separación entre los
asuntos americanos y los europeos, no colonización y no intervención[3].
En el desarrollo histórico que conllevó a la concepción de los postulados que
engloba la Doctrina Monroe, se tiene que a partir de 1815, cuando finalmente
Napoleón Bonaparte es derrotado por las potencias aliadas, los Estados Unidos
deciden dar la espalda al viejo continente, manifestando abiertamente su
rechazo hacia las políticas europeas. Así, Estados Unidos “se declaró
neutral ante las guerras entre España y las colonias rebeldes”(Brinkley,1996:192)
y además al vender “barcos y provisiones a los revolucionarios”(Brinkley,1996:192)
dio cuentas de que estaba a favor de los rebeldes. En 1822, Monroe “estableció
relaciones diplomáticas con cinco nuevas naciones: La Plata (después
Argentina), Chile, Perú, Colombia y México, y convirtió a Estados Unidos en el
primer país en reconocerlo”(Brinkley,1996:192)
Así, la
administración de Monroe advirtió a los poderes imperiales europeos que no
interfiesen en los asuntos de los estados latinoamericanos de reciente
independencia o en potenciales territorios de Estados Unidos -como el caso de
Cuba de la cual esperaban los norteamericanos que votase “por unirse a los
Estados Unidos”(Morison,1980:238)- . Si bien los estadounidenses se oponían
a las colonias europeas en el Nuevo Mundo, por otro lado, ellos deseaban aumentar su influencia y vínculos
comerciales en América del Sur. Y el mercantilismo europeo constituía el mayor
obstáculo para la expansión económica de EE.UU, ya que temían una recolonización
en América del Sur por parte de España y Francia, aunque Adams consideraba “que
había muy poco peligro de una intervanción armada en la América Latina”(Morison,1980:238).
Por otro lado, veían los norteamericanos que Rusia estaba extendiendo su
presencia hacia el sur desde Alaska “haciendo avanzar sus puestos
comerciales desde Alaska, hacia el Sur, hasta la bahía de San Francisco”(Morison,1980:238).
También los británicos tenían un gran interés en asegurar la
desaparición del colonialismo español junto con todas las restricciones
comerciales que España imponía. Así fue
como a principios de 1823 el ministro de Relaciones Exteriores británico
George Canning sugirió el mencionado acuerdo, de que ambas naciones emitirían
una declaración conjunta para disuadir a cualquier otro poder de intervenir en
territorios americanos al Sur de Estados Unidos (Centroamérica y Suramérica) y
como se mencionó, el Secretario de Estado de EE.UU., John Quincy Adams, se
opuso a la cooperación con Gran Bretaña, sosteniendo que una declaración de
carácter bilateral de los Estados Unidos podría limitar la expansión en el
futuro, se argumentaba que los británicos no estaban comprometidos con el
reconocimiento de las repúblicas de América Latina y además que tenían los
británicos motivaciones imperiales propias sobre América Latina.
Los postulados de Monroe, aunque
fueron bien vistos a la sazón por los estadounidenses “fueron pocas las
personas que apreciaran su significado”(Morison,1980:239). Para la segunda
mitad del siglo XIX y en lo sucesivo, la declaración de Monroe, en combinación
con las ideas del Destino Manifiesto que consideraba “que el destino de
Estados Unidos (determinado por Dios y por la historia) era expandir sus
fronteras a lo largo de una vasta superficie, una extensión que incluía todo el
continente de América del Norte, aunque no necesariamente se limitaba al mismo”(Brinkley,1996:265),
han servido de apoyo para la expansión de EE.UU. en el continente americano y
los partidarios de dichas políticas
expansionistas no consideraron que las mismas “tenía[n] fines
egoístas, por el contrario era un intento altruista por extender las libertades
de Estados Unidos a otros confines”(Brinkley,1996:265).
El
primer presidente que se remitió a la Doctrina Monroe fue Polk (quien gobernó
entre 1845 y 1849) y “dándole tal
nombre [Doctrina Monroe]”(Morison,1980:239) a los postulados de Monroe. Ya para finales del siglo XIX, el poder económico y militar de EE.UU. le
ha permitido hacer cumplir los postulados de la doctrina Monroe, tomando
de los postulados expresados por Monroe, además de añadidos por los distintos
gobernantes de Estados Unidos a lo largo de su historia, y se ha llegado a
justificar largamente la intervención unilateral de los EE.UU. en América Latina
.y en otros lugares alrededor del mundo- y en
este sentido, particularmente en lo que se refiere a América Latina, EE.
UU., entre otras cosas, ha participado en “la promoción de golpes de Estado
(...) en donde han resultado ser muchos los militares que, alumnos en su
momento de la Escuela de las Américas, creado por EE.UU., se han entregado a
tales prácticas”(Taibo,2002:44)
Historiografía consultada
America’s
Founding Fathers National Archives and Records Administration.
En: http://www.archives.gov/exhibits/charters/constitution_founding_fathers.html
BRINKLEY, Alan, Historia
de Estados Unidos. México DF., McGraw Hill, 1996
GUERRERO Y, Cristián; GUERRERO
L., Cristián. Breve historia de los Estados Unidos de América. 1998. Ediciones Universitaria. Consultada en
línea en noviembre de 2009 desde: http://books.google.co.ve/books?id=ldfQ82PUGOEC&printsec=frontcover&source=gbs_navlinks_s#v=onepage&q=&f=false
MORISON, Samuel Eliot. Historia de Los Estados Unidos De
Norteamérica.
Fondo de Cultura Económica. México, 1980. pp. 967.NEVINS & COMMAGER. A Short history of the United States.
The Modern Library. New York, 1956. pp. 593.
TAIBO, Carlos. Guerra entre barbaries. Hegemonía norteamericana, terrorismo de Estado y resistencias.Punto de lectura, Madrid, 2002.
[1] James Monroe (1758-1831) fue el quinto presidente de los Estados Unidos de América, último de la
generación que protagonizó la Revolución por la Independencia. Gobernó entre 1817 y 1825 en la denominada
etapa de los buenos sentimientos por estar caracterizada por la paz y el
progreso económico.
[2] Como antecedente de la
característica aislacionista y unilateral de la política exterior de los
Estados Unidos a lo largo de su historia.
[3] Así
se refiere en el mensaje de Monroe de 1823 en referencia a la actuación del
país norteamericano: “No nos hemos entrometido ni hemos de entrometernos con
las actuales colonias o dependencias de ninguna potencia europea”(Morison,1980:239)
y además “Nunca hemos intervenido en las guerras de las potencias europeas
sobre cuestiones concernientes a ellas, ni se aviene a nuestra política hacerlo”(Morison,1980:239).
Por otro lado
tambíen indica “Los continentes americanos... no podrán considerarse ya
campo de futura colonización por ninguna potencia europea”(Morison,1980:239)
y “el sistema político de las potencias aliadas es esencialmente distinto...
del de los Estados Unidos de América. Consideraremos todo intento de su parte
por extender su sistema como peligroso para nuestra paz y seguridad”(Morison,1980:239)
Realizado por: Mery Pérez
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photo credit: Thomas Hawk via photopin cc
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