"Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a si mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros." (Filipenses 2:3)
Una vez alguien me preguntó cuál era mi ambición, yo no respondí nada porque en realidad yo no tenía ninguna ambición, de hecho la considero una palabra negativa, lo que yo tengo son aspiraciones, y en realidad a la sazón tenía sólo una y esa era ser feliz en el servicio a Dios. Esa fue mi única aspiración por mucho tiempo –desearía que aún lo fuera- hasta que caí presa del deseo que se generó en mi por un sentimiento profundo que nunca busqué sentir. Mi aspiración de ser feliz en el servicio se circunscribió entonces a lograrse a través de la materialización de ese sentimiento de amor, de servir y ser servida por ese amor.
El amor en todas sus modalidades, puede ser como el pensamiento, puede llenarnos de gran sabiduría, bondad y felicidad, o sumergirnos en una infernal cárcel de tristeza y dolor sin límites.
Según la segunda Noble Verdad del budismo es el deseo la causa del sufrimiento, y la tercera Noble Verdad habla de cómo cuando cesa el deseo, cesa el sufrimiento y se alcanza el llamado Nirvana.
Profeso la fe cristiana, mas siempre he encontrado en la historia y doctrina budista muchas anécdotas y enseñanzas valiosas. El deseo como la causa del sufrimiento es una de ellas (que también la afirma la Biblia en Santiago 1:15), sin embargo, creo que el deseo no se puede generalizar sea todo malo y digno de desprenderse de él, porque es claro que deseo como “sed de vivir” de la cual es sinónimo en el budismo, es algo que es necesario en la vida aunque genere dolor, como dice la Biblia “el amor es sufrido”( 1 Corintios 13:4). Pero esa “sed de vivir” o deseo debe enfocarse en el otro, siempre en el otro, porque cuando se tiene “sed de vivir” para uno mismo y se tiene el deseo de satisfacernos personalmente es allí donde el deseo y el sufrimiento es negativo y no tienen ningún valor, incluso si amamos con todo el corazón y queremos bendecir al otro.
Hay que amar hasta que duela como decía la Madre Teresa de Calcuta, pero hay que enfocarse en amar al otro y sentir por y para el otro, en ser un instrumento en las manos de Dios para el servicio a los otros. Así lo experimenté, en el pasado siempre quise vivir con, por y para la felicidad del otro, amé y sufrí con, por y para el otro, nunca me enfocaba en mí y tenía una vida feliz en el Señor. Hasta que me encontré con el deseo de querer ser yo también ese otro, de ser yo también amada y no solamente amar. A partir de allí torné mi vida un caos y con mi deseo nublé mi existencia y llegué a sumergirla en ese sufrimiento del que habla el budismo. Ese tipo de deseo es el del que hay que liberarse.
“Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.” (Santiago 1:15)
Extracto del discurso Sobre el Amor
(En: El Profeta de Khalil Gibran (1883-1931), poeta y escritor libanés)
Pero si en vuestro temor sólo buscáis la paz del amor
y el placer del amor,
Entonces más vale que cubráis vuestra desnudez y
salgáis de la era del amor,
Para que entréis en el mundo sin estaciones, donde
reiréis, pero no todas vuestras risas, y lloraréis, pero no
todas vuestras lágrimas.
El amor sólo da de sí y nada recibe sino de sí mismo.
El amor no posee, y no quiere ser poseído.
Porque al amor le basta con el amor.
Cuando améis no debéis decir "Dios está en mi corazón",
sino más bien "estoy en el corazón de Dios".
Y no penséis que podéis dirigir el curso del amor,
porque el amor, si os halla dignos, dirigirá él vuestros
corazones.
El amor no tiene más deseo que el de alcanzar su
plenitud.
Pero si amáis y habéis de tener deseos, que sean estos:
De diluiros en el amor y ser como un arroyo que
canta su melodía a la noche.
De conocer el dolor de sentir demasiada ternura.
De ser herido por la comprensión que se tiene del amor.
De sangrar de buena gana y alegremente.
De despertarse al alba con un corazón alado y dar
gracias por otra jornada de amor;
De descansar al mediodía y meditar sobre el éxtasis
del amor;
De volver a casa al crepúsculo con gratitud,
Y luego dormirse con una plegaria en el corazón para
el bien amado, y con un canto de alabanza en los labios.
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