Con
20 años de edad, he tomado el rumbo que muchos de mis amigos y seres queridos
ha seguido, abandonar mi hogar en la tranquila y afable provincia de San Luis,
donde me he dedicado arduamente al trabajo del campo junto con mi familia, pues
la agricultura es la labor que define a la zona, y me he venido a la capital de
la República, Buenos Aires, donde la industrialización[1]
se comenta ha alcanzado estadios de avance definidos, agudizándose su
desarrollo de la dura crisis vivida en nuestro país producto de los problemas
económicos que se dieron en los Estados Unidos pues, según nos contaron
nuestros padres, históricamente Argentina se ha hecho dependiente del capital
extranjero[2]
y por ello dicha crisis afectó gravemente a nuestra nación; pero ahora, según
se dice, gracias, entre otros, al desarrollo del movimiento peronista[3],
las oportunidades de progreso para un joven trabajador como yo se presentan
disponibles.
Me ha parecido extraño que se hable de tan buena manera del
movimiento peronista, cuando en San Luis siempre hemos sido reprimidos por los
militares[4],
por lo que no confiamos en ningún militar, ni siquiera en Perón, que como amigo
del sector obrero, no significa, que sea amigo del sector campesino. No
obstante he venido a la capital para trabajar como obrero en una fábrica y no
espero inmiscuirme muy a fondo en todo el proceso político que se está
desarrollando en el país, aunque voy a pertenecer ahora a la clase emergente,
la clase obrera, y mis más cercanos me han comentado que lo mejor es adherirse
al partido que apoya al peronismo, que está con el pueblo llano, con nosotros,
a quienes los de la clase alta llaman cabecitas negras, extendiendo el
uso del término tanto para referirse a nosotros como las personas de color o
por ser de aquellos que nos hemos venido a la capital de Argentina.
Cuando recién llegué a la ciudad, me quedé pasmado de lo
bonita que es, hermosas edificaciones que se elevan a las alturas, y pese a mi
reducida educación (pues el progreso argentino, bien lo denunciaban mis padres,
sólo se dio en las ciudades y para los de clases privilegiadas), me percaté del
estilo europeo que se ha impregnado en la ciudad capital, por la influencia de
las migraciones extranjeras que se promovieron en el país a lo largo de las
últimas tres décadas del siglo XIX y las primeras tres de este siglo XX. Al
llegar, unos amigos me recibieron y estos mismos amigos luego me llevaron a la
fábrica donde estaban trabajando, y allí, los patronos me han ofrecido un
trabajo estable con ciertos beneficios, y en el cual, en todo caso, según me
dicen mis amigos, tenemos la opción de los sindicatos para hacer valer nuestros
derechos.
Historiografía
consultada
CARMAGNANI, Marcelo. Estado y sociedad en América Latina 1850-1930. Barcelona. Editorial Crítica. 1984. pp. 260.
FLORIA, Carlos A. El
peronismo. En: El Peronismo (1) Desde 1945 hasta 1955. pp. 85-131.
HALPERIN DONGHI, Tulio. Historia contemporánea de América
Latina. Madrid. Alianza Editorial, 2005. pp. 750.
LUCENA, Manuel. Historia
de iberoamérica. Madrid. Editorial Cátedra. 1998.
MASTRÁNGELO, Mariana. Oralidad
y cultura radicalizada en el interior de la provincia de Córdoba, Argentina.
Los casos de San Francisco y Río Cuarto en las décadas de 1930 y 1940. En: Antíteses
(http://www.uel.br/revistas/uel/index.php/antiteses), Ahead of Print do vol. 2,
n. 3, jan.-jun. de 2009.
OTEIZA, Enrique; NOVICK, Susana; ARUJ, Roberto. Documentos de Trabajo No. 5. Política migratoria, inmigración real, y Derechos Humanos en la Argentina. Buenos Aires. Instituto de Investigaciones Gino Germani. Facultad de Ciencias Sociales. UBA. (http://www.fsoc.uba.ar)
ROMERO, José Luis. Latinoamérica,
las ciudades y las ideas. México. Siglo XXI Editores. 2001. pp. 408.
[1] Así,
se refiere que “durante el período de aceleración de la
industrialización, a partir de la década del ‘30, se amplió el proceso de
urbanización con la inmigración interna de trabajadores provenientes de las
provincias más pobres -con alto desempleo relativo-. Estos migrantes
constituyeron un nuevo proletariado que se sumó, en las grandes ciudades, a los
trabajadores de origen europeo. Dicha migración de trabajadores
‘criollos’ -mestizos- ya fue entonces discriminada por los argentinos
descendientes de europeos, que genéricamente los llamaron ‘cabecitas negras’”(Oteiza,1996:9)
[2] Argentina se convirtió en una periferia que beneficiaba al centro
(inversionistas extranjeros) sin desarrollo de reciprocidad.
[3] El movimiento peronista se denomina así por el apoyo a Juan Domingo
Perón, político y militar argentino, quien desde la Secretaría de Trabajo y
Previsión, desde 1943, después de participar en un golpe militar que derrocó al
gobierno electo democráticamente pero corrupto, impulsó la organización de los
trabajadores en sindicatos, transmitiéndole al movimiento obrero una visión
reivindicatoria y nacional del trabajo y promovió una legislación protectora
inspirada en los principios de justicia social. El 17 de octubre de 1945, Perón
fue hecho preso, lo cual hizo que las masas trabajadoras se volcaran en su
apoyo. En 1946 fue electo presidente de Argentina.
[4] Según
testimonio oral de un testigo de la época, se indica: “en la zona rural que
vivíamos en San Luis, generalmente a la policía o a los militares, le teníamos
cierta alergia, es decir, eran los que reprimían a los campesinos cuando se
rebelaban, o porque les faltaba el respeto a alguno o no lo saludaban...”
(Mastrángelo,2009:10)
Créditos:
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