"En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente." Khalil Gibran (1883-1931) Ensayista, novelista y poeta libanés.
El fin de mi mundo
Esa tarde, cuando dieron la sorpresiva y aciaga noticia
sentí, muy en lo profundo, un cierto alivio y alegría inquietantes. Había
sufrido tanto con una enfermedad tan dolorosa,
y no sólo yo sino que todos los que amaba. Tenía más de quince años luchando con un
cáncer que carcomía mi cuerpo, mis energías y mis emociones, el cual había borrado todo
vestigio de esperanza en mí. Así que
cuando escuché que todo acabaría me sentí momentáneamente agradecida. Pensé que
mis plegarias finalmente habían sido escuchadas, que Dios se había apiadado de
mí, que al fin lograría salir de mi miseria y me liberaría de todo el dolor que
sentía. Pasé un rato de meditación armónica en la que me sentía tan, pero tan agradecida.
Pero luego caí en cuenta
que la situación no giraba en torno a mí. Era algo muy serio y drástico, algo que no venía a acabar con mi sufrimiento
sino que a acabar con la humanidad. ¡Me sentí tan egoísta!. Pensé
en mi familia, en mi pequeño hijo que apenas tenía seis años... y en todos los
niños del mundo que empezaban a vivir. ¡¿Cómo pude alegrarme y estar agradecida de que esa mismo día en la noche
caería un asteroide en la Tierra y destruiría toda la vida que
conocíamos?!, una noticia tan desconcertante e impactante que tomó a la humanidad por sorpresa. ¡Cuán desesperaba estaba!.
Entonces, súbitamente me desperté. Respiré profundo y di gracias a Dios porque todo había
sido un terrible y oscuro sueño.
A partir de ese día comencé
nuevamente a valorar la vida, recuperé la esperanza e incluso agradecí por esa
enfermedad que me consumía, porque por ella en cierta forma nació mi hijo,
porque cuando me diagnosticaron el cáncer comencé a valorar cada minuto,
aunque luego con el pasar de los años hubiera comenzado a odiarlos. Entendí que la vida es esperanza,
es el hoy, es saborear cada momento. Que sentirse tan miserable como para desear
que la vida termine de cualquier forma no ayuda, sino que nos hace más miserables e, incluso, hasta irracionales. Ahora valoro
el dolor físico y emocional que vivo, porque sé que amo y soy amada.
NOTA:
Este relato participa en el Concurso de Relatos "La última noche del mundo" del blog El círculo de escritores.
Créditos:
photo credit: the froggie angle i love via photopin (license)
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