El Requerimiento
El Requerimiento fue uno de tantos de los absurdos en los que la Corona española se sustentó para desarrollar su proceso de conquista y colonización en los territorios americanos a partir de 1492, cuando los europeos entraron en conocimiento de la existencia de estos territorios.
Dicho documento surgió a partir de una diatriba entre la Corona y los misioneros católicos, cuando estos últimos consideraron ilegítimo que la Corona se adueñase de las tierras de los nativos sin su permiso, y que por ser algo ilegítimo incluso ponía en peligro la salvación cristiana de la Corona española. La Corona española entonces como solución para dicha diatriba creó el Requerimiento.
El Requerimiento, redactado en 1512, y utilizado por primera vez en 1513, constituía una solicitud obligatoria que se les hacía a los nativos para que se sujetaran a Dios y a la Corona incondicionalmente, y donde se plasmaba que la Corona había obtenido privilegios de parte de Dios para ser amo y señor de los territorios conquistados. Es de notar que esta solicitud era leída obligatoriamente a los indígenas cuando eran conquistados y que estos debían "aceptarla" como se les requería so pena de ser sometidos a guerra y esclavitud, aún sin entender nada de lo que se les decía, pues se les leía en español o en latín.
A continuación transcripción del texto de El Requerimiento:
Notificación y requerimiento que se ha dado de hacer a los moradores de las islas en tierra firme del mar océano que aún no están sujetos a Nuestro Señor
De
parte del Emperador y Rey don Carlos, y doña Juana, su madre, Reyes de
Castilla, de León, de Aragón, de las dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de
Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de
Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarves, de
Algecira, de Gibraltar, de las islas de Canaria, de las Indias, islas y tierra
firme del mar Océano, Condes de Barcelona, Señores de Vizcaya y de Molina,
Duques de Atenas y Neopatria, Condes de Ruysellón y de Cerdeña, Marqueses de
Oristán y de Gociano, Archiduque de Austria, Duques de Borgoña y de Bravante,
Condes de Flandes y de Tirol, etc. Domadores de gentes bárbaras.
Sus
criados os notificamos y hacemos saber, como mejor podemos, que Dios nuestro
Señor, uno y eterno, creó el cielo y la tierra, y un hombre y una mujer, de
quien nos y vosotros y todos los hombres del mundo fueron y son descendientes y
procreados, y todos los que después de nosotros vinieran. Mas por la
muchedumbre de la generación que de estos ha salido desde [hace] cinco mil y
hasta más años que el mundo fue creado, fue necesario que los unos hombres
fuesen por una parte y otros por otra, y se dividiesen por muchos Reinos y
provincias, que en una sola no se podían sostener y conservar.
De
todas estas gentes Dios nuestro Señor dio cargo a uno, que fue llamado S.
Pedro, para que de todos los hombres del mundo fuese señor y superior a quien
todos obedeciesen, y fue cabeza de todo el linaje humano, dondequiera que los
hombres viniesen en cualquier ley, secta o creencia; y dióle todo el mundo por
su Reino y jurisdicción, y como quiera que él mandó poner su silla en Roma,
como en lugar más aparejado para regir el mundo, y juzgar y gobernar a todas
las gentes, cristianos, moros, judíos, gentiles o de cualquier otra secta o
creencia que fueren. A este llamaron Papa, porque quiere decir, admirable,
padre mayor y gobernador de todos los hombres.
A este San Pedro obedecieron y tomaron por señor,
Rey y superior del universo los que en aquel tiempo vivían, y así mismo han
tenido a todos los otros que después de él fueron elegidos al pontificado, y
así se ha continuado hasta ahora, y continuará hasta que el mundo se acabe.
Uno
de los Pontífices pasados que en lugar de éste sucedió en aquella dignidad y
silla que he dicho, como señor del mundo hizo donación de estas islas y tierra
firme del mar Océano a los dichos Rey y Reina y sus sucesores en estos Reinos,
con todo lo que en ella hay, según se contiene en ciertas escrituras que sobre
ello pasaron, según se ha dicho, que podréis ver si quisieseis. Así que sus
Majestades son Reyes y señores de estas islas y tierra firme por virtud de la
dicha donación; y como a tales Reyes y señores algunas islas más y casi todas a
quien esto ha sido notificado, han recibido a sus Majestades, y los han
obedecido y servido y sirven como súbditos lo deben hacer, y con buena voluntad
y sin ninguna resistencia y luego sin dilación, como fueron informados de los
susodichos, obedecieron y recibieron los varones religiosos que sus Altezas les
enviaban para que les predicasen y enseñasen nuestra Santa Fe y todos ellos de
su libre, agradable voluntad, sin premio ni condición alguna, se tornaron cristianos
y lo son, y sus Majestades los recibieron alegre y benignamente, y así los
mandaron tratar como a los otros súbditos y vasallos; y vosotros sois tenidos y
obligados a hacer lo mismo.
Por
ende, como mejor podemos, os rogamos y requerimos que entendáis bien esto que
os hemos dicho, y toméis para entenderlo y deliberar sobre ello el tiempo que
fuere justo, y reconozcáis a la Iglesia por señora y superiora del universo
mundo, y al Sumo Pontífice, llamado Papa, en su nombre, y al Emperador y Reina
doña Juana, nuestros señores, en su lugar, como a superiores y Reyes de esas
islas y tierra firme, por virtud de la dicha donación y consintáis y deis lugar
que estos padres religiosos os declaren y prediquen lo susodicho.
Si así lo hicieseis, haréis bien, y aquello que
sois tenidos y obligados, y sus Altezas y nos en su nombre, os recibiremos con
todo amor y caridad, y os dejaremos vuestras mujeres e hijos y haciendas libres
y sin servidumbre, para que de ellas y de vosotros hagáis libremente lo que
quisieseis y por bien tuvieseis, y no os compelerán a que os tornéis
cristianos, salvo si vosotros informados de la verdad os quisieseis convertir a
nuestra santa Fe Católica, como lo han hecho casi todos los vecinos de las
otras islas, y allende de esto sus Majestades os concederán privilegios y
exenciones, y os harán muchas mercedes.
Y si así no lo hicieseis o en ello maliciosamente
pusieseis dilación, os certifico que con la ayuda de Dios, nosotros entraremos
poderosamente contra vosotros, y os haremos guerra por todas las partes y
maneras que pudiéramos, y os sujetaremos al yugo y obediencia de la Iglesia y
de sus Majestades, y tomaremos vuestras personas y de vuestras mujeres e hijos
y los haremos esclavos, y como tales los venderemos y dispondremos de ellos
como sus Majestades mandaren, y os tomaremos vuestros bienes, y os haremos
todos los males y daños que pudiéramos, como a vasallos que no obedecen ni
quieren recibir a su señor y le resisten y contradicen; y protestamos que las
muertes y daños que de ello se siguiesen sea a vuestra culpa y no de sus
Majestades, ni nuestra, ni de estos caballeros que con nosotros vienen; y de
cómo lo decimos y requerimos pedimos al presente escribano que nos lo dé por
testimonio signado, y a los presente rogamos que de ello sean testigos.
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BIBLIOGRAFÍA
PEREÑA, Luciano. La idea de justicia en la conquista de América. Madrid, 1994.
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