Carga doble
La noche anterior tuvo un sueño reparador como no lo había tenido
hacía muchísimo tiempo. Laura se levantó
ese día con la decisión ya tomada. Como era su costumbre, lo primero que
hacía al levantarse -pese a que a diario se recordaba que había perdido la fe- era realizar una obligada jaculatoria que
rezaba “Devuélvemelo”. Y luego de la jaculatoria recorría toda la inmensa y
lúgubre casa, verificando si en algo había cambiado su situación.
Pero no, ese día igual que en los anteriores nada había cambiado, y a diario, al constatar que todo seguía igual y el estado de su solicitud era negativo,
Laura se dirigía al teléfono para llamar a su madre y pasar unas
horas descargando su frustración y congoja. Pero ese día en particular la llamada fue
corta:
-
Hola hija, ¿pasa algo? ¿por qué llamas tan temprano? – le saludo su
madre, de la forma que hacía diariamente, quizá esperando escuchar de un cambio
en la situación de su hija… ¡un cambio!, cualquiera, pero un cambio.
- Sólo llamé para saludar, te
llamo más tarde, gracias mamá – le respondió rápidamente Laura.
-
Ok, espero tu llamada
–respondió la madre confiada en que, enhorabuena, ese día al fin se había dado
un cambio, … sí, ¡un cambio!.
Laura colgó y entonces siguió su rutina, se dirigió al baño, llenó
de agua la bañera, y tomó un frasco de pastillas del botiquín. Comenzó a
recordar todos los momentos que había compartido con Gerardo, incluso desde que
estaban en el vientre de su madre. Y con cada recuerdo ingería una pastilla...
hasta que el frasco quedó vacío.
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La madre de Laura, Adela, pasó
el rato entre contenta y ansiosa por la actitud de Laura, y esperó hasta pasado
el mediodía a que Laura la llamara. Pero
no llamó. Entonces Adela decidió llamarla y una angustia indescriptible se apoderó de
ella cuando no recibió respuesta de Laura.
Inmediatamente salió con rumbo a
casa de Laura para verificar tan dolorosa tragedia, Laura se había quitado la
vida. Al lado de la bañera
se encontraba una corta misiva dirigida a su madre: “Lo siento madre, desde que
Gerardo se fue mi vida perdió sentido. Él era mi Dios y mi todo. Adiós.”
Adela estalló en llanto. Había
perdido a sus dos hijos. Gerardo murió hacía cuatro meses en un fatal accidente
automovilístico. Él y Laura eran mellizos, y eran muy unidos, prácticamente eran
como una sola persona. Laura se desvivía por su hermano, él era su Dios y su
todo como dejo plasmado en su nota suicida. Cuando él murió ella perdió la paz,
la fe y cualquier sentimiento positivo, se llenó de una total tristeza. Siempre
pensó que ella debió estar e irse con él ese fatídico día.
Adela pensó y lloró por sus dos
hijos. Meditó que eso no era lo que Gerardo hubiera querido, él siempre le
recomendó a Laura no ser tan apegada a él, que hiciera otros buenos amigos como
él lo hacía, aunque igualmente él siempre estaba allí para ella. Pero Laura
veía a través de los ojos de Gerardo, él era su motor de vida.
Ahora Adela quedó con esa carga
doble de perenne dolor. Sus dos hijos habían muerto. Su hija había puesto toda
su energía y fe en su hermano, por encima de Dios y de los demás de forma
irracional, y llegó así, irracionalmente, a ese terrible final. Ella no lo
merecía, Laura no lo merecía, Gerardo no lo merecía.
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NOTA:
Este relato se creó basado en la historia de la canción "Personal Jesus" de la banda Depeche Mode y participa en el 1er. CONCURSO: "ARMA UNA HISTORIA BASADA EN UNA CANCIÓN" propuesto en la comunidad ALMAS DE BIBLIOTECAS Y CINES en Google+ por los administradores del blog El Círculo de Escritores
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